Hola! ...Yo les quería contar lo que hicimos en la “MARATÓN DE LECTURA” organizada por la Escuela Agrotécnica Guatraché el día miércoles 8 en el salón de Jubilados. Bueno la verdad que me encantó porque tanto mis compañeros como yo nos divertimos mucho con las actividades que realizamos.
Llegamos y nos atendieron muy bien…enseguida nos sentamos en una mesa y leímos un buen rato, cado uno podía buscar un libro que le agradara de los tantos que había en el salón. Después recortamos revistas (imágenes) que nos sirvieran para representar las poesías que hizo cada alumno que estaba ahí presente.
Bueno… después un alumno de la EAG nos leyó una leyenda… LA FLOR DEL CEIBO. En seguida nos fuimos a la plaza para jugar al “tesoro escondido”, que consistía en encontrar libros escondidos en distintos sectores de la plaza, el que los encontraba se los podía quedar como regalo. Espero que les haya gustado lo que les conté.
En realidad lo pasamos genial, fue algo diferente y divertido. Acá les dejamos la leyenda por si no la conocen ya que nos identifica porque la flor de ceibo es la FLOR NACIONAL ARGENTINA.
Priscila Barbeta
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
Llegamos y nos atendieron muy bien…enseguida nos sentamos en una mesa y leímos un buen rato, cado uno podía buscar un libro que le agradara de los tantos que había en el salón. Después recortamos revistas (imágenes) que nos sirvieran para representar las poesías que hizo cada alumno que estaba ahí presente.
Bueno… después un alumno de la EAG nos leyó una leyenda… LA FLOR DEL CEIBO. En seguida nos fuimos a la plaza para jugar al “tesoro escondido”, que consistía en encontrar libros escondidos en distintos sectores de la plaza, el que los encontraba se los podía quedar como regalo. Espero que les haya gustado lo que les conté.
En realidad lo pasamos genial, fue algo diferente y divertido. Acá les dejamos la leyenda por si no la conocen ya que nos identifica porque la flor de ceibo es la FLOR NACIONAL ARGENTINA.
Priscila Barbeta
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.